
A veces las cosas que nos ocurren en la vida no son justas, a pesar del esfuerzo que una misma pone en lograr el éxito, a veces simplemente ocurren injusticias por la mala gestión de unos pocos.
Primeramente ya sabemos que la sanidad está mal, que nuestros dirigentes no lo están haciendo bien, que en concreto la Atención Primaria está muy mal y que no terminan de contratar a todo el personal que es necesario, al menos en Madrid. Sí, lo sabemos, pero no todo es la gestión de altas esferas, hay gestiones que se hacen a nivel bajo que tampoco tienen por qué ser buenas. Me consta que lo que voy a contar no solo me ha pasado a mí, me consta que en Madrid vivimos un constante maltrato el sanitario, y no viene de la pandemia, viene de muchos antes.
A veces los estamentos públicos (llámense centros de salud), son pequeños cortijos, de los que es difícil escapar, intentas que no te afecte, intentas pasar desapercibida, o al menos dar poca guerra, intentas trabajar bien y dar de ti un 200%, para que ese cortijo no te salpique, además de por tu vocación, y finalmente, a pesar de todos los esfuerzos, cuando del cortijo eres una pieza prescindible ¡zas! ¡en toda la boca! Resulta que adiós, ni agradecido, ni pagado… y es que como decía mí abuela, ¡quien tiene padrino, se bautiza!
Antes de la pandemia, hacía una media jornada a mí compañera, al saltar la pandemia, ofrecieron la ampliación de contratos, los cuales llamaron contratos covid, yo lo acepte encantada, y desde entonces y hasta ahora mi labor consistía en apoyar a mi centro de salud durante la primera parte de la jornada y durante la segunda parte hacer la pediatria que es lo que venia desempeñando desde hacía más de 4 años en el centro donde estaba.
De repente un día a finales de Septiembre me comunican que suba a dirección asistencial que me van a ofrecer algo, cual es mí sorpresa que de ofrecimiento no tiene nada, y que encima el horario es el peor del mundo, al menos para mí, era de 10,30 a 17,30, vamos que ni la mañana ni la tarde, con lo que supone eso para conciliar y lo que supone además en mí caso, con la profesión de mí marido, que al final siempre hay algún día de la semana que no está en casa. La primera opción no había sido yo, había sido otra compañera, ya solo por veterana no debía tocarme a mí, y de ahí viene lo del cortijo (obviamente a mí compañera la eximo de toda culpa, al final en esta selva, todas intentamos sobrevivir).
Tengo que poner a todo el mundo en su sitio, y me es obligado decir, que desde dirección asistencial se me ha tratado muy bien, que me han intentado facilitar la vida, y finalmente me han dado un horario de mañana, cosa que agradezco enormemente, que además han valorado mí rabia y mí enfado, y han sido comprensivos ante tal hecho, y me han hecho saber que me necesitan, valorando mí experiencia para ayudar a las compañeras nuevas que acaban de salir de la carrera y que como yo en su día, necesitan ser enseñadas y que me he comprometido a hacerlo, y así lo haré, porque otra cosa no, pero a trabajadora no me gana nadie, y si tengo que sacar adelante las cosas las saco, y todo el mundo necesita la oportunidad de aprender, y allí estaré, además, ahora mismo las cosas tienen que salir porque estamos en pandemia y para eso soy sanitaria.
Mí rabia nace sobre todo del cortijo que os comento, y de que me hayan sacado de mí centro necesitandose gente, de que llevo casi 7 años trabajando en pediatría, formándome cada año en pediatría, un máster, un experto, siendo una profesional actualizada, dando un servicio sanitario de gran calidad, y que acabe con niñas que acaban de salir de la universidad haciendo pcr… que sí, que ahora mismo es una labor muy importante porque hay que hacer muchos test, pero que seamos realistas, no tiene nada que ver con el cuidado que ofrece una enfermera y menos aun con pediatría. Sinceramente se está perdiendo el servicio sanitario madrileño una gran profesional en pediatría, pero en este cortijo, no es la primera vez que ocurre, ya se perdió antes de la pandemia una gran pediatra, ¡y aquí no pasa nada!
Mí rabia también nace de que desde la dirección asistencial, me dijeron que después de este tiempo que esté haciendo pcr, no tengo porqué volver al mismo centro que estaba, pues el contrato covid implica ir donde más se necesita, lo entiendo, pero emocionalmente, tengo que procesar que después de más de 4 años, tengo que dejar unos pacientes a los que he visto nacer, y sobre todo, que al haber sido de un día para otro, me es difícil asimilar que los dejo atrás, hay familias a las que he cogido mucho cariño, la primaria al final es lo que tiene, la cercanía al paciente, a sus problemas de salud, a sus vidas, la vocación tiene que te implicas en sus vidas, y se hace difícil pensar que es posible que ya no vuelvan a ser mis pacientes, es un proceso de duelo que tengo que asimilar.
Añadir que mí ausencia en el centronde salud implica doble trabajo a las dos compañeras de pediatría que han de asumir la parte que ya no hago, y tampoco creo que haya derecho a que en consecuencia ellas sean también maltratadas.
Y es de toda esta historia que nace mi mal estar, creo que habrá más sanitarios que se vean reflejados en este relato y por eso he visto necesario contarlo, por eso y porque quiero sanar mí rabia y esta es mí válvula de escape.
Besos a todas y mucha fuerza a todos los sanitarios que me leéis, ¡cuidaros mucho!
Y a mis pacientes… ¡os voy a echar enormemente de menos!!!
¡De esta saldremos, no creo que mejores, pero saldremos!